MI CORAZÓN

Fito Páez compuso una de las canciones más bellas: «Yo vengo a ofrecer mi corazón».
La preciosa voz y alma de Mercedes Sosa la elevan aún más, si cabe. En esta versión, Mercedes canta junto a Víctor Heredia. Letra para reflexionar y actuar, voz para conmover, música para sentir.

YO VENGO A OFRECER MI CORAZÓN

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan facil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada de amor.

Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y tú me darás algo,
algo que me alivie un poco, nomás.
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo por cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar nomás.

¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Besos, abrazos,

Álex

Alex Rovira

ARREGLARSE EL CORAZÓN

responsimg-empty

«Mucha gente se arregla todos los días el cabello. 
Me pregunto: ¿por qué no el corazón?»

.

Me dijo un amigo japonés hace tiempo. Era mi viejo editor. Hombre sabio y humilde que publicó algunos de mis libros en el país nipón. Falleció hace ya cuatro años. Los tres encuentros en los que coincidimos fueron plácidos, de fértil conversación y huella en la memoria.

Hablaba despacio, andaba con lentitud. Menudo pero de cuerpo atlético, era un hombre extremadamente amable. Tenía más de ochenta años y mostraba un aspecto saludable. Su despacho disponía de una terraza anexa, cuidada con una delicadeza extraordinaria, ajardinada por él mismo con sumo gusto. Me dijo que si no hubiera sido editor, habría sido jardinero. Esto también nos unía. Y su afición por coleccionar aforismos, y su amor por los cuentos, y por los solos melódicos de piano, y la necesidad de escaparse a pasear por el monte y el campo cada semana.

El Mediterráneo y la Isla del Sol Naciente se cruzaron. Fue de esos amigos que uno encuentra en la vida y de los que apenas puede disfrutar. Pero los escasos encuentros que tuve con él los recordaré mientras la memoria me acompañe. Fue una cuestión de «Buena Suerte»…

Os deseo un buen arreglo cotidiano de corazón.

Abrazos,

Álex