Mi nombre es
Bienvenida, bienvenido.
Me niego a renunciar a la utopía.
Creo que hoy, más que nunca, son necesarios los idealistas sumamente prácticos, los que tocan con los pies en el suelo pero anhelan las estrellas.
Pienso que la resignación es un suicidio cotidiano. Creo que cada cual es responsable, no solo y evidentemente, de su propia vida, sino de contribuir con su trabajo a una mejora en la vida del otro y de dejar un legado en forma de servicio, paz, salud, bienestar, prosperidad, amor y consciencia.
Creo profundamente en el poder de transformación de la palabra, de la comunicación que busca tender puentes para comprender al otro y para buscar, siempre, el bien y el beneficio común.
Creo que sin valores no puede haber valor, y que sin buena gente no puede haber buena vida ni buena suerte.
Reivindico el poder de la bondad, la voluntad, la responsabilidad, la generosidad, la cooperación, el propósito, la confianza, la amabilidad, la entrega y la alegría.
Creo que es necesario que desarrollemos una inteligencia práctica basada en la empatía y el buen criterio, la voluntad de excelencia y de mejora continua, y que veamos en el otro no solo a quien es hoy, sino a quien puede llegar a ser.
Creo que en lo individual y en lo colectivo debemos trabajar por dejar un mundo mejor a nuestros hijos: más limpio, más sano, más justo, con la prosperidad bien repartida, con oportunidades y formación de calidad para todos, sin miseria moral y económica, que no es más que falta de amor.
Y creo que lo que da, en esencia, sentido a la vida es, amar, crear y mejorar el mundo que nos ha sido legado.
Por todo ello creo que merece la pena vivir.
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