ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

El autor de uno de los libros más traducidos, leídos y atesorados por varias generaciones, “El Principito”, nació en Lyón (Francia) con el inicio del siglo XX y en el seno de una familia acomodada. Aun su gran inclinación por las artes, fue un estudiante discreto y tampoco pudo graduarse en la escuela naval, por lo que decidió convertirse en piloto durante su periodo en el servicio militar.

De las experiencias en el aire y en tierras distintas, en las que transportaba el correo hasta África o Latinoamérica, surgieron novelas como “Correo del sur” y la exitosa “Vuelo nocturno”; en sus viajes a Argentina, también conocería a su esposa, Consuelo. La quiebra de la compañía de vuelo lo redirigió hacia la escritura y el periodismo, aunque en este tiempo no dejó de intentar conseguir récords volando, con accidentes incluidos, como los del desierto egipcio y Guatemala. De estos trances, tomó inspiración para “Tierra de hombres” o “El Principito”.

Volar, tras ser movilizado para la II Guerra Mundial para labores de reconocimiento, le costaría la vida, por desgracia. En años de guerra y como miembro de la resistencia francesa (se exilió por un tiempo a Nueva York), realizaba una misión por Cerdeña y Córcega cuando fue derribado. Su avión y su rastro no se recuperaron hasta 60 años más tarde, conformando uno de los misterios de desaparición más seguidos del pasado siglo.

Saint-Exupéry ganó algunos de los premios literarios más importantes y es en especial conocido por “El Principito”, un libro en apariencia dirigido a niños, pero que ahonda en temas universales como el sentido de la vida, la pérdida y el amor. Su obra, en conjunto, rezuma humanismo y humanidad, como podemos leer en estos fragmentos:

 

Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.

 

El amor es lo único que crece cuando se reparte.

 

No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

 

Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.

 

Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía.

 

Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya.

 

Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor.

 

Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin.

 

Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos.

 

El fracaso fortifica a los fuertes.

 

Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.

 

Es mucho más difícil juzgarse uno mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte correctamente serás un verdadero sabio.

 

Un aventurero de la vida en el sentido más positivo a quien siempre es un placer recordar.

 

Álex Rovira

Alex Rovira