Hablemos de transformación, realización y liderazgo.
¿Quién es Álex Rovira Celma?
Sobre mi
"Me niego a renunciar a la utopía. Creo que hoy, más que nunca, son necesarios los idealistas sumamente prácticos, los que tocan con los pies en el suelo pero anhelan las estrellas."
Álex Rovira Celma es licenciado en Ciencias Empresariales y MBA por ESADE, empresario, escritor, conferenciante internacional, formador y consultor en Transformación Organizacional, Liderazgo y Desarrollo Personal. Reconocido por su capacidad para unir la profundidad humanista con la claridad práctica, ha trabajado durante más de tres décadas con empresas e instituciones de todo el mundo, acompañando procesos de cambio y crecimiento desde una perspectiva ética y transformadora.

Ha colaborado en proyectos de consultoría en ámbitos como el Cambio Cultural, la Innovación, el
Talento, el Desarrollo de Mercado, el Análisis y la Investigación del Comportamiento de Clientes.
Como autor, ha publicado numerosos libros —entre ellos el best seller La Buena Suerte— traducidos a más de 50 idiomas y con cerca de 10 millones de ejemplares vendidos en los cinco continentes impactando a decenas
de millones de lectores en todo el mundo.
A través de su trabajo como formador y conferenciante ha inspirado a millones de personas, combinando la reflexión profunda con herramientas aplicables para mejorar la vida, las relaciones y el liderazgo.
Desde su Escuela de Transformación Vital y Liderazgo, por la que han pasado más de 70.000 alumnos de todo el mundo, continúa su compromiso de compartir conocimiento, conciencia y herramientas para una vida más plena, consciente y con sentido.


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Me niego a renunciar a la utopía. Creo que hoy, más que nunca, son necesarios los idealistas sumamente prácticos, los que tocan con los pies en el suelo pero anhelan las estrellas. Aquellos que entienden que los sueños sin acción son meras ilusiones, pero que la acción sin sueños carece de alma y dirección.
Pienso que la resignación es un suicidio cotidiano.
Renunciar a crear una vida mejor y un mundo mejor es traicionarnos a nosotros mismos y a quienes vendrán después. Es en la esperanza activa, no en la espera pasiva, donde encontramos el impulso para transformar nuestra realidad.
Creo que cada cual es responsable, no solo y evidentemente, de su propia vida, sino de contribuir con su trabajo a una mejora en la vida del otro y de dejar un legado en forma de servicio, paz, salud, bienestar, prosperidad, amor y consciencia. Mi bienestar está inexorablemente ligado al tuyo. Mi libertad se expande cuando la tuya también lo hace.
Defiendo que nuestras pequeñas acciones cotidianas tienen un poder transformador incalculable. Los pequeños actos de servicio y coraje, casi imperceptibles a veces, son como hilos invisibles que van tejiendo una red de humanidad capaz de sostener el peso de nuestros sueños colectivos.
Lo que hoy parece un gesto insignificante —una palabra de aliento, un acto de honestidad, un momento de valentía— mañana puede convertirse en el eco que despierte la mejor versión de quienes nos rodean.
Creo profundamente en el poder de transformación de la palabra, de la comunicación que busca tender puentes para comprender al otro y para buscar, siempre, el bien y el beneficio común. Las palabras pueden sanar o herir, construir o destruir, unir o separar. Elegir con conciencia cómo las utilizamos es quizás uno de los actos más revolucionarios a nuestro alcance.
"Siento que vivimos en tiempos que nos invitan al desánimo, pero justamente por ello debemos cultivar la esperanza como quien cuida una llama en medio de la tormenta. No la esperanza ingenua, sino aquella que nace del compromiso, de la resiliencia y de la perseverancia. ”
Creo que sin valores no puede haber valor, y que sin buena gente no puede haber buena vida ni buena suerte. La ética no es un lujo para tiempos de abundancia, sino el cimiento imprescindible sobre el que construir cualquier proyecto verdaderamente humano y perdurable.
Me aferro a la certeza de que somos mucho más de lo que creemos ser. Que en cada uno de nosotros habita un
potencial inmenso para crear, para amar, para transformar. Y que cuando nos atrevemos a vivir desde esa verdad, lo
imposible comienza a hacerse posible.
La utopía, en consecuencia, no es un lugar inalcanzable, sino el horizonte que nos mantiene en movimiento. Y en
este caminar hacia ella, descubrimos que el verdadero milagro no está en llegar, sino en los aprendizajes, los buenos compañeros y el sentido que encontramos en cada paso del viaje de la vida.
