MARÍA DE MAEZTU

MARÍA DE MAEZTU

María de Maeztu es una de las figuras educativas españolas más importantes del siglo pasado. Repasamos algunas de sus enseñanzas

María de Maeztu Whitney, pedagoga y humanista nacida en Vitoria en 1881 y fallecida en Mar del Plata (Argentina), en 1948, es una de las figuras educativas españolas más importantes del siglo pasado.

En su familia, reconocida en el mundo de la ingeniería, la política y de la educación, también destacaron sus hermanos Ramiro y Gustavo. Se licencia en Magisterio y, al morir su padre de manera prematura, su madre y los cinco hijos se trasladan a Bilbao, donde ayudará a su madre en la Academia Anglo-Francesa para señoritas. Enseñó también en Santander, Bilbao y Madrid.

Gracias a una pensión por sus conocimientos de idiomas, María de Maeztu puede ampliar sus estudios universitarios y licenciarse en Filosofía y Letras. Comenzó a ofrecer conferencias y a implicarse en proyectos sobre pedagogía. Viajó a otros países para completar su formación y en Madrid se adscribió al círculo filosófico de José Ortega y Gasset.

A partir de aquí, su labor se desarrolló como directora y gestora de la llamada Residencia Internacional de Señoritas, el proyecto de su vida. En esta institución y en el Lyceum Club femenino, De Maeztu abogó por fomentar la libertad de pensamiento, opinión y educación de la mujer, con conciertos, conferencias, cursos, exposiciones literarias, científicas, musicales o de Artes Plásticas, impartidos por intelectuales y personalidades.

María de Maeztu participó también en la sección de educación de la Asamblea Nacional durante la dictadura de Primo de Rivera y en otras instituciones culturales. El estallido de la Guerra Civil española la obligó a exiliarse a Argentina, donde fue catedrática de Historia de la Educación.

Gran traductora, nombrada doctora Honoris Causa por varias universidades del mundo, dejó una nutrida obra escrita, en torno a la pedagogía y a la mujer. Muestras de su pensamiento son:

 

Soy feminista; me avergonzaría de no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar, como persona, en la obra total de la cultura humana. Y esto es lo que para mí significa, en primer término, el feminismo: es, por un lado, el derecho que la mujer tiene a la demanda de trabajo cultural y, por otro, el deber en que la sociedad se halla de otorgárselo. Justo es proclamar muy alto lo que ya repetidas veces se ha dicho: los mayores enemigos del feminismo no son los hombres, sino las mujeres: unas por temor, otras por egoísmo. Las primeras, al oír hablar de emancipación, de independencia económica, no ven tras de estos tópicos sugestivos más que la perspectiva triste de ganarse la vida trabajando a jornal en las industrias, víctimas de una explotación miserable. Esta independencia es para ellas, con razón, la peor de las esclavitudes. Puestas a elegir entre la sumisión al patrono o al marido, todas las mujeres prefieren la última. Contra lo que afirmaba Stuart Mill, la sumisión de la mujer al hombre por medio del matrimonio es, en esas circunstancias, la única liberación posible. Las segundas no quieren oír hablar de emancipación económica, porque lo único que desean es encontrar un marido en ventajosas condiciones, cosa que se hace más difícil si las mujeres demandan un puesto en la economía social. Para unas y otras el feminismo no es una idea liberadora, sino una promesa de esclavitud. Por eso, la primera tarea a realizar es la de preparar a nuestras mujeres, y claro está que yo confío, como único y exclusivo medio, en la educación, que al salvar las sustancias ideales que lleva dentro, ignoradas por ella misma, le dará fuerza para descubrir nuevos mundos, no sospechados hasta ahora.

 

Es verdad que la letra con sangre entra pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro.

 

No hemos dedicado en el horario una sesión para la enseñanza dogmática de la moral porque creamos que en estos primeros años de vida escolar la maestra debe aprovechar todas las oportunidades que se presentan en clase para que los niños se vayan formando en las normas de conducta que han de orientar su vida. Nos hemos preocupado muy sinceramente de formar el sentimiento religioso de los niños como parte esencial de nuestra labor educadora.

 

 

Os deseo una inspiradora semana,

 

Álex Rovira

Alex Rovira

MARIA MONTESSORI

Nada menos que pedagoga, educadora, médica, psiquiatra, psicóloga, bióloga, científica, antropóloga y filósofa son los conocimientos que encontramos en el currículum de esta personalidad italiana, nacida en 1870 y fallecida en 1952. Para nosotros, la primera mujer que se licenció en medicina en Italia es, como tal, una gran humanista y defensora de las capacidades de las mujeres y de una educación igualitaria y liberadora de la creatividad.

Su contribución a la pedagogía es especial y contundente, puesto que aunque sus ideas hoy nos parecen lógicas, supusieron una revolución en su tiempo. Pese a la oposición de su padre, Montessori siguió adelante con su formación en las disciplinas mencionadas y se sumó activamente al movimiento por el reconocimiento del papel social y privado de la mujer. Además, comenzó a interesarse por las potencialidades de los niños con deficiencias mentales.

Observando a estos pequeños, considerados “no educables”, Montessori determinó la importancia de los estímulos (en la actividad, inteligencia y personalidad) para que las personas puedan desarrollar sus capacidades. Así, para ella, la educación está basada en el ambiente en el que se cría al niño y el amor (entendido como enseñar límites, responsabilidad y estructura del comportamiento con confianza, paciencia, cariño y empatía). Solo así, el niño podrá descubrir quién es y qué persona podrá llegar a ser: “El niño es el padre del hombre”, decía en este sentido.

Presentó un método pedagógico propio que prioriza el aprendizaje del sentido crítico. Gracias a Montessori, los niños de 3 a 6 años empezaron a ser recibir formación. En un proyecto piloto en la Casa de Niños de San Lorenzo, en Roma, la pedagoga consiguió que los pequeños se concentraran, aprendieran a leer y a escribir de manera natural y se comportaran con amabilidad y valores. El mundo académico se maravilló del resultado de potenciar la libertad, la independencia y la creatividad del niño.

Montessori formalizó este método en una serie de guías y en los años posteriores lo extendió con nuevos centros por todo el mundo. El fascismo de la II Guerra Mundial frenaría su influencia, pero siguió trabajando en su sistema y divulgándolo, algo que le valió distinciones en varios países y ser propuesta hasta tres veces para el Premio Nobel de la Paz.

Entre sus libros, tenemos “El método Montessori”, “Antropología pedagógica” o “El secreto de la infancia”. En ellos, el niño se define como un ser con una capacidad innata de absorber conocimientos y habilidades, guiado por el adulto, que le facilitará el entorno para este desarrollo con responsabilidad y amor. Así, Maria Montessori dejó escritas ideas como éstas:

 

Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo.

 

El primer movimiento de la pequeña mano hacia las cosas, el impulso de este movimiento, representa el esfuerzo del yo por penetrar en el mundo.

 

La tarea del educador solo puede tener como base la normalización del niño y así conseguir la normalización del hombre y la renovación de la sociedad.

 

El niño, guiado por un maestro interior trabaja infatigablemente con alegría para construir al hombre. Nosotros educadores, solo podemos ayudar… Así daremos testimonio del nacimiento del hombre nuevo.

 

Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño deben ser guiadas de tal manera que a través de esa actividad el niño pueda estar en condiciones para llegar a la independencia.

 

Si la ayuda y la salvación han de llegar solo puede ser a través de los niños. Porque los niños son los creadores de la humanidad.

 

La persona que es servida, en lugar de ser ayudada, es obstaculizada en el desarrollo de su propia dependencia. Este concepto es el fundamento de la dignidad del hombre. El niño no puede ser servido porque no quiere ser importante.

 

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.

 

Ayúdame a hacerlo por mí mismo.

 

Ser libre o morir.

 

El niño que ha aumentado su propia independencia con la adquisición de nuevas capacidades, solo puede desarrollarse normalmente si tiene libertad de acción.

 

Muy feliz semana,

 

Álex Rovira