EL ERROR Y LA MENTIRA

EL ERROR Y LA MENTIRA

Errar y mentir son cosas bien distintas. Es evidente. Pero demasiado a menudo van de la mano.

Me explico: muchas veces la mentira surge para enmascarar, manipular o negar un error. Ahí esta el vínculo.

Cuando alguien se equivoca en un proceso manual o mental, o por falta de criterio, preparación, experiencia o habilidad, ese error es perdonable si se muestra abiertamente por qué se ha producido. Es más, cuanto antes se reconozca un error, más se puede aprender de él, y se mejora inmediatamente. Luego el reconocimiento abierto y transparente de un error, supone en muchos casos una inflexión rápida hacia la mejora. De ahí, y no es gratuito, que uno de los mejores métodos de aprendizaje que existe es el llamado “ensayo y error”. Al reconocer que nos equivocamos porque estamos aprendiendo, ensayando, con humildad y con verdad, crecemos, aprehendemos e integramos de verdad. Y si hace falta la disculpa o el perdón por el error cometido, estos surgen naturalmente entre las gentes de bien. Y no hay más que hablar.

Pero la cosa se complica cuando se trata de ocultar, enmascarar o de negar el error. De reconocer la incompetencia. Entonces aparece la mentira. Y con la mentira, el error deviene manipulación. Porque la mentira es un error sí, pero un error emocional que abre la puerta a las falsas excusas, a las ocultaciones, a las tergiversaciones, a las acusaciones, al orgullo, a la negación de la realidad y a tantas otras perversiones del carácter. Y ese tipo de error (la mentira y sus derivadas) no se perdona tan fácilmente. Por ello, quien lo comete pero no se atreve a reconocerlo, lo oculta. Y puede darse el caso de que se construyan castillos de mentiras como, por ejemplo, el que ha dado lugar a la mal llamada crisis que estamos viviendo (es una estafa, repito por enésima vez).

¿Os imagináis a un alto cargo político o financiero del signo que sea, declarando en la televisión: “Lo siento, cometí errores, los oculté, negué la realidad, mentí, en definitiva. Lo siento de corazón”? Hoy, y especialmente en nuestro entorno, este hecho esencialmente humano resulta inconcebible. Hasta tal punto de perversión hemos llegado. Pero si alguien tuviera el coraje y la valentía de hacerlo cambiarían muchas cosas. O comenzarían a cambiar. Lo que pasa es que aquí nadie se equivoca, nadie miente, nadie lo reconoce, nadie sabe pedir perdón con su alma desnuda. Y así vamos.

El error no es el problema. El problema es la mentira. Siempre.

Por ello es tan necesaria la educación emocional, social y psicológica de nuestros hijos. Para que el día de mañana, en el ejercicio de sus responsabilidades, cuando se equivoquen, que lo harán, como lo hacemos todos, por lo menos no mientan.

La solución a un error es su reconocimiento: “me he equivocado”. Pero la solución a una mentira no implica solo su reconocimiento, sino un verdadero arrepentimiento: “lo siento” unido a una promesa, a un compromiso: “no volverá a suceder”; y a una realidad, que se cumpla la promesa.

Por eso es necesaria la ley. Para los que no aman. Porque quien ama reconoce el error y no miente.

Ojalá lleguemos a un día en que, gracias a la cultura, no sean necesarias las leyes, porque nuestros hijos sepan amar lo que nosotros no hemos sabido. Esa es la verdadera utopía.

Besos y abrazos.

 

Álex

Alex Rovira