ANDRÉ COMTE-SPONVILLE

ANDRÉ COMTE-SPONVILLE

Comte-Sponville explica que cuanto más conocemos y somos conscientes de lo que nos rodea mejor vivimos. Vamos a conocerle mejor

En tiempos poco propicios para la filosofía, hablamos de André Comte-Sponville; una de las figuras que más y mejor acerca esta disciplina a personas de todos los ámbitos, con o sin preparación académica, pero que comparten la máxima de este filósofo materialista, racionalista y humanista: pensar mejor para vivir mejor.

Parisino de 62 años, André Comte-Sponville fue alumno y amigo de Louis Althusser en la Escuela Normal Superior de París (donde se doctoró), además de profesor en la Universidad de La Sorbona, institución que dejó para dedicarse a dar conferencias sobre el valor de la filosofía para el bienestar personal. Es miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética, de Francia, y Doctor Honoris Causa por la universidad belga de Mons-Hainaut.

De sus referentes, que son Epicuro, los estoicos, Spinoza y Montaigne, y Lévi-Strauss, Marcel Conche y Clément Rosset, extrae que el camino de la felicidad está en la voluntad y en las acciones propias. Ha plasmado sus ideas tanto en numerosos artículos en revistas y periódicos como en libros tan brillantes y cercanos como “La felicidad, desesperadamente”,Pequeño tratado de las grandes virtudes”, “Diccionario filosófico”, “Las más bellas reflexiones sobre la vida”, “Introducción a la filosofía”, “El placer de vivir”, “Impromptus: entre la pasión y la reflexión”, “El amor a la soledad” o “Ni el sexo ni la muerte”, entre otros.

Explica Comte-Sponville que vivir según pensamos es filosofar, que cuanto más conocemos y somos conscientes de lo que nos rodea (el saber, el pensamiento y la aceptación de que nuestra realidad es lo que tenemos aquí y ahora) mejor vivimos, que ser felices consiste en amar los pequeños momentos de la vida. Por todo ello, merece la pena aprender a pensar. Por su parte, contribuye a esta educación emocional con la difusión en clave sencilla (e igual de profunda) de los temas filosóficos universales: el amor, la muerte, la moral, la libertad…

Algunos extractos de sus escritos lo cuentan:

 

Hay tres tipos de deseo. El primero es la esperanza; el segundo, la voluntad y, el tercero, el amor. ¿Cuál es la diferencia entre esperanza y voluntad? Pues que la esperanza es un deseo cuya satisfacción no depende de mí, mientras que la voluntad, sí. La felicidad se consigue a través de la voluntad, de la acción. En cambio, la esperanza nos confina al miedo, no puede haber esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza.

 

Solo esperamos lo que no es; solo amamos lo que es. Solo esperamos lo que no depende de nosotros; solo queremos lo que sí depende de nosotros. Eso indica que hay una doble vía de sabiduría: se trata de esperar un poco menos y, sobre todo, de amar y querer un poco más. ¡No se trata de una renuncia ni de dejar de desear! Sino de desear más lo que depende de nosotros que lo que no depende, y, por consiguiente, de querer y actuar, y no de contentarse con esperar. ¡Sabiduría de la acción y del amor, no de la renuncia! Si uno persigue la felicidad, significa que no es feliz. Hay que ocuparse más bien de lo que realmente importa: el amor, el placer, la alegría, la justicia, el trabajo, la libertad, los hijos, los amigos… La felicidad vendrá por añadidura, si es que viene. Y si no viene, no la echaremos tanto de menos.

 

Uno es feliz si está contento de vivir, incluso en momentos de tristeza o angustia: prefiero estar vivo que muerto, luego soy feliz. La verdadera felicidad es el amor a la vida, y esto incluye los momentos desagradables. Lo sabio es amar la vida y no simplemente la felicidad, porque quien ama la felicidad solo amará la vida en los momentos de alegría.

 

Spinoza (…) “Tenemos el sentimiento y la experiencia de que somos eternos”, digamos que, efectivamente, he tenido la oportunidad de experimentar algo en ese sentido. Pero, ¿qué eternidad? Por supuesto, no la de otra vida: la eternidad es el ahora: no es un futuro que se nos promete, es el presente mismo que se nos da.

 

¿Es más feliz quien más ignora? Puede ser: es lo que se llama un imbécil feliz. Pero el filósofo no busca solamente la felicidad, busca también la verdad. Es aquello que se llama sabiduría: la felicidad está en la verdad, porque si no ya no es sabiduría, sino tontería. ¿Qué es la sabiduría? El máximo de felicidad está en el máximo de lucidez. Se trata de pensar mejor para vivir mejor.

 

Después de la vida no hay na-da. O sea, lo mismo que antes del nacimiento. A nadie le da miedo pensar qué era antes de ser concebido.

 

El presentismo de los tiempos ataca especialmente a los jóvenes, que saben mucha actualidad, datos, sucesos, y nada de Historia. Y de este modo, cada vez son menos y menos cultos, porque la cultura es la fidelidad, la memoria del pasado; ambas cuestiones, actualidad e Historia, deben ir de la mano.

 

El hombre sencillo vive del mismo modo que respira, sin más esfuerzos ni gloria, sin más consecuencias ni oprobio. La sencillez no es una virtud que se añada a la existencia. Es la propia existencia en la medida en que nada se añade a ella. Por consiguiente es la más ligera de las virtudes, la más transparente y la más escasa. Es lo contrario de la literatura: es la vida sin frases y sin mentiras, sin exageración, sin grandilocuencia. Es la vida insignificante y es la verdadera vida. La sencillez es lo contrario de la duplicidad, de la complejidad, de la pretensión. Por eso es tan difícil. Complejidad de lo real: simplicidad del ser. “Lo contrario del ser no es la nada –escribe Clément Rosset–, sino el doble”. Lo contrario de lo sencillo no es lo complejo, sino lo falso.

 

La sencillez en el hombre –la sencillez como virtud– no consiste en negar la conciencia o el pensamiento. Se reconoce más bien en su capacidad para, sin anularlos, liberarse de ellos, para no ser su víctima ni su prisionera…

 

No hay amor feliz (un amor como deseo de lo que falta), ni felicidad sin amor (un amor como deseo de lo que no falta). ¡La pareja feliz vence a Schopenhauer! Vive en la alegría del amor-acción, que es constructor.

 

Las mujeres inventaron el amor. A una humanidad solo masculina le hubiese bastado el sexo, la guerra y el fútbol. Para ellas no era suficiente: amaron a sus hijos. Y enseñaron a amar a sus parejas y a sus hijos. Una mujer nos ha enseñado a todos a amar.

 

Sin amar a nada ni a nadie, ¿para qué vivir?

 

Un autor necesario, un pensador excepcional, una mente lúcida que conviene conocer para aprender, crecer y disfrutar.

 

Un abrazo,

 

Álex Rovira

Alex Rovira

CHRISTOPHE ANDRÉ

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Queremos hablar esta semana de este médico psiquiatra y psicoterapeuta nacido en Montpellier (Francia) en 1956, por sus aportaciones en el campo del bienestar emocional, en especial para las personas que sufren de trastornos depresivos y ansiedad.

Es, según Le Nouvel Observateur, una autoridad de la Psicología Positiva en el país vecino, muy conocido por sus libros, que describen cómo la práctica del mindfulness (la consciencia del aquí y ahora) y de la meditación tiene resultados muy positivos en la salud mental y física de las personas.

De hecho, durante quince años ejerció como médico en el Hospital de Santa Ana de París, donde aplicó este tipo de terapias en casos comportamentales y cognitivos, a la vez que enseñaba en la Universidad París X. Ayudó a sus pacientes a mejorar y controlar desórdenes emocionales, algo que quiso extender a la sociedad a través de sus obras, que gozan de prestigio y han sido traducidas a varios idiomas.

Entre sus libros, podemos citar “El placer de vivir”, “Prácticas de autoestima”, “Y no te olvides de ser feliz” o “Meditar día a día”. De ellos, extraemos frases e ideas como las siguientes:

 

La psicología ha logrado curar más o menos la angustia y la depresión, pero no la cólera, la crítica o la amargura, que son grandes destructores del ser humano.

 

Igual que con el resentimiento, la gente se hace daño a sí misma porque no sabe perdonar ni perdonarse. El perdón es una liberación.

 

Los estados de ánimo negativos nos hacen focalizar mucho sobre los detalles y los positivos nos permiten tomar distancia frente a las cosas. Por ejemplo, si estamos tristes, o estresados o enfadados y hablamos con un amigo durante una hora y solo en un momento dado nuestro amigo nos dice algo negativo, curiosamente pondremos la atención en ese detalle. En cambio, si estamos de buen humor podremos mantener distancia; pensaremos que la persona que nos lo ha dicho es nuestro amigo y le quitaremos importancia.

 

Hay gente que notará estados de ánimo negativos probablemente por una herencia genética, pero si en su entorno familiar o sus experiencias de vida les enseñan a utilizar bien estos estados de ánimo lo pueden transformar en capacidad poética, en capacidad de reflexión, en sensibilidad, en receptividad, sin convertirlos en enfermedad depresiva, ansiosa o en sufrimiento. La genética propone un destino, pero la persona acaba siendo dueña de su propia vida.

 

Si mi felicidad depende de la ausencia de infelicidad en mi entorno nunca seré feliz. Si me digo a mí mismo: no tienes derecho a ser feliz mientras haya gente infeliz alrededor mío, es imposible y además es un error, porque si yo estoy infeliz no aligero la infelicidad que me rodea. Al contrario, cuanto más feliz soy, más poder tengo para ayudar a los demás. Siempre hemos pensado que la felicidad nos hacía egoístas y en realidad ocurre lo contrario.

 

Si tenemos preocupaciones, podemos imaginar que pensando mucho, cavilando, podremos encontrar la solución, pero muchas veces cuando empezamos a rumiar, la mejor solución es caminar y respirar. ¿No puedo parar mi espíritu? Entonces voy a caminar.

 

El equilibrio psicológico es una mezcla entre estados de ánimo positivos y negativos. En esta mezcla tiene que primar lo positivo sobre lo negativo, pero los estados de ánimo negativos son importantes también. La culpabilidad es muy importante para la persona y la sociedad. Alguien que nunca se siente culpable nunca se cuestiona y puede dañar a los demás. El aburrimiento también es necesario. En el aburrimiento se toma conciencia de uno mismo y en vez de huir uno se pone a reflexionar.

 

El silencio es al ruido lo que la sombra es a la luz, o el sueño a la vigilia: la otra cara esencial.

 

Os deseo una feliz y consciente semana,

Álex Rovira