UN MUNDO MEJOR

“Un hombre que huye de lo que teme a menudo comprueba que solo ha tomado un atajo para salirle al encuentro.”

J.R.R. TOLKIEN

 

Al igual que otros muchos maestros que nos llenan de luz, siempre hay un momento en el que recuperar el espíritu de la vida y narraciones de John Ronald Reuel Tolkien es como una necesaria y oxigenante parada en el camino.

En este sentido, las versiones cinematográficas de obras como “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos” suponen una magnífica contribución para descubrir el genio creador de este filólogo inglés, a menudo clasificado como el padre del género literario ‘Fantasía Moderna’ (o ‘Alta Fantasía), pero también un maestro en el reflejo del alma humana, sus debilidades y fortalezas.

Los lazos, misterios, miedos y aventuras de humanos, enanos, elfos y seres malvados que pueblan las páginas de sus relatos están profundamente unidos a la expresión de valores básicos para convivir y amar. Una mirada, la de Tolkien, que transformada en hazañas de héroes y antihéroes, es una oda a crear un mundo mejor a través de la unión, de la amistad, del coraje, del amor. Mirada de un hombre que vivió tiempos complicados y que transmite sus inquietudes personales: como huérfano católico educado en una religión mal vista en un entorno protestante, en contacto con lo industrial y también con la naturaleza; como testigo más o menos directo en las dos grandes guerras mundiales. Tolkien, ya en los años 50 del pasado siglo, hace que sus fantasías beban de realidades duras, en una forma de resiliencia, de crecimiento personal que incluso es educativo. Así, sus novelas son una herramienta de diversión y aprendizaje para sus propios hijos. De hecho, sus libros más célebres, los mencionados “El Hobbit” y la posterior trilogía “El Señor de los Anillos”, fueron concebidos como cuentos para su familia, además de funcionar como vehículo donde volcar su experiencia académica.

Hoy, y gracias al director Peter Jackson, los mensajes extraordinarios de estas historias se pueden disfrutar en imágenes, como las de este fragmento que quiero compartir. Corresponde a la película “El Señor de los Anillos: Las dos torres”, segunda entrega de la trilogía. El portador del anillo que puede destruir el mundo, el hobbit Frodo, se encuentra en un momento de desánimo, en el que cree que todo está perdido. Su fiel acompañante, el noble y humilde Sam, le transmite un mensaje de esperanza digno de las Buenas y grandes personas. Dos minutos emocionantes y conmovedores que os invito a sentir.

Porque, como bien dice el mismo Tolkien, “El valor se encuentra en lugares inesperados”.

 

Besos y abrazos,

 

Álex

 

P.D.: Para los interesados en este gran escritor, una productora estadounidense ha anunciado que prepara una película sobre la vida de J.R.R. Tolkien.

Alex Rovira

LO MEJOR, AMABLEMENTE

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Me escribe un lector de «La Brújula Interior» y me recuerda este texto que escribí en éste, mi primer libro. En él hay una breve reflexión sobre que las cosas más bellas e importantes de la vida no admiten la fuerza. Dice así:

«Dijo el maestro: las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza:

Puedes obligar a comer,

pero no puedes obligar a sentir hambre;

puedes obligar a alguien a acostarse,

pero no puedes obligarle a dormir;

puedes obligar a que te oigan,

pero no puedes obligar a que te escuchen;

puedes obligar a aplaudir,

pero no puedes obligar a que se emocionen y entusiasmen;

 

puedes obligar a que te besen,

pero no puedes obligar a que te deseen;

puedes obligar a que fuercen un gesto de sonrisa,

pero no puedes obligar a reír;

puedes obligar a que te elogien,

pero no puedes obligar a despertar admiración;

 

puedes obligar a que te cuenten un secreto,

pero no puedes obligar a inspirar confianza;

puedes obligar a que te sirvan,

pero no puedes obligar a que te amen.

Sentir hambre, dormir, escuchar, emocionarnos, entusiasmarnos, desear, reír, sentir admiración, sentir confianza, amar… son acciones que no admiten la fuerza, la obligación.»

 

Y sí, sigo sintiendo y pensando que es cierto. Cuando se pretende forzar algo, obviamente se estropea. Pierde espontaneidad, naturalidad, sinceridad. Pierde originalidad y pureza. Sí. Lo genuino, lo verdadero, lo que de verdad merece la pena surge espontáneamente en el centro de uno hacia el otro.

Si alguien te obliga a admirarle, propicia la ignorancia o el desprecio.

Si alguien te obliga a besarle, propicia el desagrado o el asco.

Si alguien te obliga a relajarte, obviamente pone en marcha una contradicción que dispara los nervios.

Y podríamos seguir y seguir.

«Vive y deja vivir» reza uno de mis dichos favoritos. Si fuéramos capaces de ello, sin forzar a nadie a nada, viviendo y dejando vivir, otro mundo sería éste y otro gallo nos cantaría. Lo mejor siempre se presenta amablemente.

 

Besos y abrazos,

 

Álex