EXCELENCIA, INVOCACIÓN, CONVOCACIÓN

EXCELENCIA, INVOCACIÓN, CONVOCACIÓN

El año nuevo me recibió en Florencia. Pequeño coche de alquiler, y a perderse por la bella Toscana. Viaje deseado, apetecido, desde hacía tiempo. Incluso en invierno esa tierra es bella, preciosa. No es extraño que el Renacimiento la eligiera como madre.

Contemplo a los paseantes en la Piazza de San Firenze. A lo lejos, desde la Via dei Leoni, veo acercarse a un hombre con la funda de su guitarra y su mochila. Camina esbozando una leve sonrisa.

Llega al que parece ser su lugar de siempre, despliega su taburete en forma de trípode. Desenfunda su guitarra. Comienza a calentar las cuerdas, y me acerco a él antes de que conecte los altavoces. Frente a frente, estamos solos, nadie más parece haber advertido su llegada, su despliegue. Inicia el canto su vieja guitarra, a la vez que sus manos se desperezan. Suena con una pureza maravillosa y sus manos vuelan sobre el instrumento que acaricia con ternura. Piotr Tomaszewski es su nombre. Lo leo en el póster que ha desplegado para presentarse.

Conecta los altavoces y una multitud se congrega, lentamente, como atraídos por el inevitable magnetismo de la belleza, de la música, de la guitarra que canta acariciada por él. Me doy la vuelta, ya no estoy solo. Cuento, rápidamente, más de doscientas personas grosso modo, que en apenas un minuto se han congregado. Y cada vez vienen más y más, hasta formar una suerte de anfiteatro humano que le rodea por completo y a varios niveles, en varios anillos de personas. Todos escuchamos en un silencio reverencial, atónitos, admirados.

Y pienso que la excelencia atrae. Que el amor por el trabajo bien hecho magnetiza. Que la belleza, convoca. ¿Cuántas horas habrá pasado Piotr acariciando esa guitarra para que cada una de sus piezas suene así? Miles, decenas de miles. Sin duda. La belleza no es casual.

Suenan varias piezas. Las ovaciones van a más. Finalmente, “Fragile”, la preciosa canción de Sting, sin letra, sólo melodía. La letra la va reconstruyendo uno en su canto mental, para sus adentros. Cuando termina, un largo silencio precede a una mayor ovación. Todos sonreímos, muchos toman fotos, graban, como yo. Y a más de una, a más de uno, se nos asoma una lágrima en el alféizar de los ojos.

Sin duda, Piotr expresa su vocación. La belleza, la excelencia, las horas, el trabajo, convocan, emocionan, conmueven.

Gracias, Piotr. Nos vamos de allí comprando los dos discos que él mismo ha grabado y vende. Ahora esa música nos acompaña. Escucho “Invocación y danza”, del maestro Joaquín Rodrigo, cantada por la vieja guitarra del maestro Tomaszewski. Y ahora, mientras escribo esto, sonrío, nada es casual: invocación y danza…

Leo la siguiente lección en este encuentro: hagamos bien lo que nos toca hacer, convocaremos, emocionaremos, transformaremos, como Piotr.

Convocar, con vocación.

Besos, abrazos.

Álex

Alex Rovira