EN CALMA

EN CALMA

Meditar en calma nos lleva a la serenidad, a la apreciación de la vida, a la ecuanimidad y sin duda a la alegría y a la lucidez

Escribió Pascal: «He descubierto que toda la maldad humana proviene de la incapacidad del ser humano de sentarse en calma en una habitación».

La primera vez que leí esta frase me llamó la atención. Que un filósofo, matemático y físico como Pascal, metódico y riguroso hasta la médula, estableciera una correlación directa entre la incapacidad de sentarse en calma y la maldad humana es, cuanto menos, muy atrevido.

Pero meditando serenamente este aforismo provocador, surgen muchas razones para concordar con este lúcido pensador francés.

La agitación, la inercia, la angustia o la ansiedad, entre otros, son generadores de adrenalina, una hormona que nos predispone a la acción, pero también a la defensa y especialmente al ataque. Cuanto más estresados estamos, menos capaces somos de mantenernos templados, serenos, ecuánimes. A más agitación y angustia, mayor tendencia a la precipitación y, al límite, a la violencia. Sí, Pascal tenía razón.

Por otro lado, los sinónimos directos de la calma son la paz y la tranquilidad. Gracias al sosiego conectamos con nosotros mismos, ya sea en una meditación introspectiva (mirando hacia adentro) ya sea en una meditación contemplativa (observando y apreciando serenamente lo que nos rodea). Sea como sea, la floración de contenidos de nuestra consciencia que genera el proceso meditativo nos ayuda con el tiempo a conocernos mejor, a aquietar miedos, dudas, culpas, angustias y cuitas, y produce una liberación progresiva y profundamente terapéutica de nuestros aceleradores inconscientes. Sí, meditar en calma nos lleva a la serenidad, a la apreciación de la vida, a la ecuanimidad y sin duda a la alegría y a la lucidez en un proceso progresivo que limpia pensamientos y emociones nocivas, que son las que tienden a provocar comportamientos sembradores de conflictos. De nuevo, Pascal tenía razón.

Además, quien es capaz de tolerar la soledad y su propia compañía sin angustias ni huidas, sin necesidad de provocar ruidos dentro y fuera de uno mismo, sin escaparse de sí; quien es buen compañero de sí mismo y admite a su soledad como buena compañera tiene mucho ganado, porque no depende del reflejo del otro, porque no venderá barata su autoestima por un pellizco de reconocimiento. Sí, quien ama y aprecia la propia soledad, probablemente ha aprendido a respetarse a sí mismo. Sí, Pascal. Sí.

Así que procuremos la calma interior, sea sentados en una habitación, sea contemplando el mar, o ante un bello paisaje, o frente a una obra de arte. Que cada cual encuentre el entorno para cultivar su serenidad, su quietud, sosiego o placidez.

Calma para nuestro ser, para nuestros pensamientos y emociones que revertirán, sin duda, en calma y sosiego para los que nos rodean.

Calma en el ser, corazón en el actuar, paz en el mundo.

Feliz serenidad.

 

Besos y abrazos,

 

Álex

Alex Rovira