BORROSO

BORROSO

Determinadas imágenes desenfocadas o en las que todo se ve borroso cobran una belleza singular, inusitada, porque la realidad se muestra en geometrías insólitas, en abstracciones informales que nos sorprenden.

Lo borroso puede ser bello, tanto o más que lo nítido, porque nos muestra lo que es o lo que ha sido con una luz perezosa, tímida, dubitativa o fugitiva, inusual.

Lo borroso es humano. Esencialmente humano. Somos borrosos.

Se nos borra la mirada por las lágrimas, que nacen del dolor y de la alegría.

Se nos borra el mundo en la memoria, en el recuerdo, por el paso del tiempo, por la evocación sesgada por las emociones.

Se nos borra el contorno de nuestros cuerpos y facciones por la vejez.

Nos vamos borrando, lentamente, cediendo en nuestras fronteras, a medida que pasa el tiempo. Y nos acabamos borrando, quedando firmes sólo nuestras huellas en la memoria y los corazones de los que nos vivieron y amaron.

La perfección es una forma de muerte, pero la vida, en su latido y evolución, necesita de las fronteras difusas ya que en ellas emerge la permeabilidad que genera las hibridaciones y las sinergias. Si toda frontera fuera rígida, si toda fascia fuera firme, no habría encuentro.

Nuestros labios, al besarse, se emborronan, se funden, se hacen uno.

Qué triste esta definición: un beso es el contacto mecánico de cuatro labios con intercambio de saliva y otras sustancias bucales. Quizás precisa. Pero muy, muy, muy aburrida. Es fea.

Prefiero ésta: un beso somos tú y yo en uno, sin fronteras, un alma latiente que somos dos que se saben uno en ese instante.

A veces, lo borroso da belleza y sentido a la vida.

Besos y abrazos, borrosos.

Álex

Alex Rovira