El tiempo perdido

Fluye, se evapora y no regresa. Lo más valioso de nuestra vida, el tiempo, se escapa a veces inútilmente por falta de previsión y eficacia. Pequeños cambios en nuestros hábitos y una mejor planificación nos ayudarán a ahorrar tiempo para luego aprovechar o despilfarrar a nuestro antojo.

¿Cuánto tiempo perdemos en nuestra vida? No nos referimos a los momentos de ocio, descanso o vacaciones, sino al que se nos esfuma como resultado de olvidos, despistes, errores cotidianos, ineficiencias deliberadas o inconscientes, falta de planificación u organización.

No está de más hacer un pequeño recuento del tiempo que ganaríamos si diéramos prioridad a lo importante sobre lo urgente, nos organizáramos mejor o estuviéramos más atentos a lo que hacemos.

«¿Dónde lo habré dejado?». El ciudadano medio de Estados Unidos gasta aproximadamente un año de su vida buscando cosas que no recuerda dónde ha dejado, según un estudio de la compañía Priority Manegement of Pittsburg Inc. Si este dato parece exagerado hagamos el cálculo. Supongamos que un año es 1/80 de la vida de una persona. Como el día tiene 1.440 minutos, perder un año entre 80 es como perder 1.440 / 80 = 18 minutos cada día. Si sumamos a este recuento el tiempo que perdemos cada día como consecuencia de olvidos, desorden y mala organización, los 18 minutos se quedan francamente cortos. Una parte importante de estos ratos malgastados podrían recuperarse con una cierta dosis de disciplina y orden que nos ayude a modificar los malos hábitos.

«¡Ya llego!». El imparable encarecimiento de la vivienda que se ha generalizado en los últimos años ha forzado a que muchas familias fijen su residencia en lugares alejados de las principales poblaciones. Hoy no es extraño encontrar a personas que trabajan a más de 50 kilómetros de donde viven, algo poco usual hace 10 años. A ello hay que añadir el desplazamiento de muchas empresas a polígonos industriales de las afueras de las ciudades donde el precio del suelo o el alquiler es más económico que en pleno centro urbano. La combinación de ambos aspectos ha generado un fuerte aumento del tiempo dedicado a desplazamientos por motivos laborales. En concreto, el trayecto hasta el lugar en el que ganar el pan nos ocupa, según diversas fuentes consultadas, un promedio de 30 minutos al día, y en algunos casos puede llegar a desbordar las dos horas al día dentro del vehículo privado.

Esta ineficiencia en términos de tiempo, gasto, actividad y ecología provoca además un importante despilfarro económico. A pesar de ello sigue siendo muy escaso o nulo el fomento del transporte colectivo en las grandes empresas para reducir la utilización de vehículos particulares, que contribuyen a la saturación del tráfico, al excesivo gasto energético y, cómo no, al aumento del tiempo perdido.

El agujero temporal de Internet. La web de eBay, uno de los mayores centros mundiales de compraventa en Internet, es el destino más popular entre los trabajadores del Reino Unido que se escaquean en horas laborales. Cuatro de cada 10 empleados admiten sin tapujos que buscar algo en el vasto escaparate de eBay es la manera más habitual de matar el tiempo en el trabajo. Las webs que siguen a eBay en el ranking de visitas en horario de trabajo son las de deportes, vacaciones y ocio, entendido en un sentido amplio.

Un estudio realizado a partir de las declaraciones de 600 empleados de la agencia de colocaciones Portfolio Payroll revela que los trabajadores se sirven cada vez más de la conexión a Internet de la empresa para su uso personal (ya han sido bautizados como los shirking workers; es decir, los escaqueadores laborales). En julio de 2004, un estudio llevado a cabo por un conocido gabinete jurídico anglosajón concluía que la mitad de los oficinistas dedica casi el 50% de su jornada a navegar por Internet y mandar correos electrónicos no relacionados directamente con su trabajo y funciones. El caso es que el tema, año tras año, parece ir a más, con trabajadores que emplean, como promedio, tres horas diarias en pasear por la Red, una más que en 2003. Grave síntoma que refleja no sólo una ineficiencia obvia, sino una falta de compromiso y sentido de la responsabilidad.

«¿Tienes un minuto?». Ésta es una peligrosísima pregunta que cuando nos plantean de paso en el pasillo o con la cabeza asomada a la puerta de nuestro despacho es una clara invitación a una reunión informal en el seno de la empresa. Son quizá estas reuniones no planificadas -o a veces, aunque planificadas, pésimamente llevadas- las principales homicidas de nuestro tiempo laboral. La falta de previsión sobre los objetivos, orden de la reunión, personas convocadas, hora de finalización, información necesaria para el desarrollo de la misma, etcétera, hace de ellas una fuga masiva de minutos y talento.

Diferentes expertos sostienen que el coste de las reuniones informales es altísimo no sólo por el tiempo perdido a la vez por varias personas de la organización o la interrupción que generan, sino por los efectos posteriores, ya que suelen ser fuente de confusión, malestar o mal humor. En este sentido, el historiador británico Cyril Northcote Parkinson, conocido por sus leyes sobre la eficiencia y sus sátiras de los sistemas burocráticos, manifestaba con criterio que todo trabajo interrumpido es menos eficaz y consume más tiempo que si se realiza de manera continua. Según Parkinson, la respuesta correcta a la pregunta sobre el minuto sería evidente: ¡no, ahora no tengo un minuto!

Poner orden. El economista italiano Wilfredo Pareto mostró hace más de un siglo que en el 20% de nuestro tiempo en que somos más productivos realizamos el 80% de las tareas de valor tanto en nuestra parcela personal como en la profesional. ¿Qué ocurriría si consiguiésemos incrementar, aunque fuera sólo una pequeña parte, ese 20%? La confusión entre lo urgente y lo importante, y la falta de un mínimo de sentido común y organización, pueden hacernos perder a diario hasta un 35% de nuestro tiempo. No está de más pensar que, ya que el tiempo es vida, vale la pena plantearse en qué queremos perderlo, ¿no?