ENAMORADO DE SU TRABAJO

El pasado 26 de febrero murió Paco de Lucía.

Quisiera reproducir aquí una entrevista que realizó mi amigo Víctor Amela en el mes de mayo de 2004 y que se publicó en la sección “La Contra” del diario La Vanguardia.

Vale mucho la pena leerla.

Acompaño el texto con un vídeo donde Paco de Lucía interpreta la pieza que, probablemente, es su obra más conocida: “Entre dos aguas”.

Espero que os guste.

Abrazos,

Álex

[La entrevista]

“TOQUÉ MAL”

–Si Eric Clapton es dios, Paco de Lucía ¿quién es?
–Un trabajador especializado. Y enamorado de su trabajo.

–Pues mucha gente le venera…
–Eso me incomoda, no me gusta. Hay personas que se quedan agarrotadas al acercarse a mí: siempre los relajo con alguna broma.

–Es que es usted un mito viviente.
–A solas me río de todo eso, de mí mismo, de tanta solemnidad. La vida es un cachondeo, hombre. ¡Nadie sabe nada! Todo es teatro. Yo le veo la parte cómica y me río. Es lo que más me gusta del mundo: ¡reírme!

–¿Sí? Pues se le ve siempre tan serio… Y tan reconcentrado mientras toca la guitarra…
–Ya. Hasta mis músicos me dicen: “¡No nos mire con esa cara, maestro, que nos asusta!”. Pero pongo esa cara por el miedo que tengo. ¡Es que estoy cagado de miedo!

–¿Miedo? ¿Paco de Lucía tiene miedo?
–Sí.

–¿Miedo a qué?
–Miedo a hacerlo mal, a no estar a la altura de ese prestigio, de lo que se espera… Es miedo a defraudar… Siento unos nervios…

–¿A estas alturas, maestro?
–¡Más todavía, claro!: a mayor prestigio, mayor responsabilidad…, y más miedo.

–Vaya, nunca lo hubiese dicho…
–Sí. Anoche, por ejemplo… toqué mal.

–¡Jamás oí a un genio confesar algo así!
–Mi mujer me dice: “¡No digas que tocas mal, que entonces los demás empezarán a decírtelo!”. Pero yo soy así: toqué mal.

–¡Todas las críticas fueron espléndidas!
–Ya, pero yo no conseguí lo que busco.

–¿Y qué busca?
–Mucha precisión. Si no logras ese equilibrio, es fácil perder notas… Mientras toco, estoy buscando ese equilibrio en el que todo fluye. En un instante ya me parecía que lo tenía… y, ¡ay!, volvía a perderlo…

–Parece hablar casi de un éxtasis místico…
–Sí, es como un estado de meditación zen: es una lucha constante buscándolo. Y anoche lo busqué y no lo encontré. Fue horrible: entonces te equivocas, se te escapan notas…

–¿Y qué sucede cuando sí lo logra?
–¡Ah..! ¡Levitas! Desaparece todo miedo, toda inseguridad, toda pelea. Todo fluye, todo te sale, te sientes el rey del mundo, sientes que lo sabes todo… Es maravilloso. Es un estado que engancha tanto, tanto… que quieres volver a sentirlo, y lo buscas cada día.

–Estoy sintiendo envidia… De no haber sido guitarrista, ¿a qué se dedicaría usted hoy?
–Sería un español más, trabajando en lo que fuese. Pero poniendo los cinco sentidos.

–¿Quién le colocó una guitarra en las manos por primera vez?
–Mi padre se ganaba la vida como podía con la guitarra. Un día estaba enseñándole a mi hermano mayor Antonio, para llevárselo a trabajar con él. Yo miraba, y veía torpe a mi hermano, que le costaba, y solté: “Pero si es muy fácil…”. “¿Ah, sí? ¡A ver, tócalo tú!”, me contestó, picado, y me pasó la guitarra.

–¿Y qué tal le salió?
–Perfecto, con facilidad. ¡Mi padre dejó de enseñar a Antonio y empezó conmigo!

–¿Le apetecía ser guitarrista?
–Me propuse ser el mejor, el más grande: ¡no quería volver a ver llorar a mi madre porque en casa nos faltaba de comer! Por eso me volqué tan en serio, por eso metía 12 horas diarias a la guitarra desde los siete años: por pobre, por necesidad. Para mí la pobreza no fue un obstáculo, sino un estímulo.

–Y lo consiguió.
–Cuando ya comíamos bien, vino el problema: “¿Y ahora qué?”, me pregunté. Sólo entonces, ya con la tripa llena, fui consciente de que la música me gustaba por sí misma.

–¿Qué piropo le ha llegado más al alma?
–Los oigo desde niño y ya no hago caso. Pero si alguien a quien admiro, como Chick Corea, habla bien de mí por ahí… me toca.

–¿Cuál es la parte mala de la guitarra?
–Lo que me ha hecho perder: no he podido ver crecer a mis hijos, no los he disfrutado.

–Y tanto tocar la guitarra…, ¿no le cansa?
–¡Muchísimo! Lo pensé anoche antes de salir al escenario: “¿Qué necesidad tengo yo de estar aquí, nervioso, en vez de estar en mi sofá viendo el partido del Depor con mi copita y mi platito de queso? ¡No merezco esto!”

–¿Y por qué lo hace, entonces?
–Eso, ¿por qué…? ¡Porque por dinero no es…! Mi conclusión es que es sólo por vanidad: es por gustar y, así, sentirme querido.

–¿Qué le apetece hacer cuando no toca?
–Salir a la playa ante mi casa en México, con ese sol que deslumbra, y bucear en sus aguas tan transparentes y cálidas, y pescar con mi arpón. Llevo 30 años pescando, ¡sólo pesco lo que voy a comerme, nada más!

–¿Qué pez es el más bello que ha visto?
–El boquinete. Así le llaman allí. Tiene aquí arriba unas crestas que parecen de plástico y se mimetiza con los colores del entorno. Si logras verlo, ¡lo tienes ya en la sartén!

–¿Se ha instalado usted en México?
–Lo había hecho con la idea de retirarme allí, porque no esperaba tener ya más hijos… pero he tenido una niña, y ahora me vengo a Toledo, para que vaya aquí a la escuela.

–Como Alejandro Sanz con su niña…
–¡Mi niña está hecha una pequeña salvaje y asusta mucho a la de Alejandro, ja, ja, ja…!

–Le veo a usted la mar de feliz…
–Yo no he perseguido nada, sólo he disfrutado de lo que ha venido a mi encuentro.

–Si persigues la felicidad, la asustas, ¿no?
–Si ansías algo y no lo logras, te frustras. Prefiero sacarle jugo a lo que sucede, a lo que va llegándome. ¡Y así tengo ya más de lo que jamás soñé de niño! Pedir más sería codicia.

Entrevista de Víctor M. Amela.

PACO DE LUCÍA GUITARRISTA
Tengo 56 años. Nací en Algeciras, y vivo entre México y Toledo. Tengo tres hijos de mi primer matrimonio y una hija, Antonia (3 años), de mi actual pareja. ¿Política? Social. ¿Religión? Envidio a los que tienen fe, pero yo sintonizo mejor con las filosofías orientales. Mi pasión es bucear y pescar para comer. Saco el disco “Cositas buenas”.

PECES
La noche del martes –invitado por el XV Festival de Guitarra de Barcelona– tocó por primera vez en público desde hacía mucho tiempo. Y todo el mundo quedó encantado. Pero al día siguiente, en su camerino del Auditori (tocaba de nuevo esa noche), me dice que tocó mal, porque no sintió lo que sabe que siente cuando toca bien. ¡Todos los guitarristas del mundo querrían tocar así de mal…! Habla parapetado tras su guitarra, y la puntea mientras hablamos. Cuando emergen en la charla los peces que pesca en México, entusiasmado, deja la guitarra, que es su refugio: me confiesa que en verdad él hubiese querido cantar, “pero al ser un niño tímido…”. Cantó a través de Camarón. Al irme, le digo: “¡Esta noche irá mejor, maestro!”. Toma la guitarra, sonríe y asiente. Y fue sublime.

Alex Rovira