INGREDIENTES DEL ÉXITO

INGREDIENTES DEL ÉXITO

“No es que no nos atrevemos porque las cosas son difíciles.
Simplemente, las hacemos difíciles cuando no nos atrevemos.”

SÉNECA

 

Recién estrenado el año y si ya no andamos vencidos y resignados por la superstición paralizante de que acabe en 13 –por cierto, si lo miramos desde el optimismo, termina en 3, el número más afortunado– solemos enumerar buenos propósitos.

Se trata, habitualmente, de metas que priorizan el bienestar material y que, en muchos casos, son sueños poco realistas o, lo que resulta más importante, para los que no asumimos la responsabilidad de trazar un camino: ese mapa hacia nuestro ansiado tesoro.

Pero, ¿no era que el mapa debía ser un hallazgo, como una suerte de lotería premiada? ¿Existen ingredientes para el éxito que podamos conseguir, que podamos poner en una lista para pasearnos por el supermercado de los deseos?

Así como cocinar es un arte, que se aprende con impulso y amor, y en el que la materia prima, los ingredientes, son esenciales, podemos poner a cocinar nuestros propósitos. El poder del propósito reside en que nos absorbe la ilusión, fluimos y nos olvidamos de nosotros mismos y del tiempo. Vencemos a la impaciencia, al desánimo y al aburrimiento porque encontramos un para qué, un sentido. Y el sentido nos impulsa a caminar hacia nuestros anhelos, visiones y proyectos. Incluso hacia las utopías (utopía, el no lugar, el lugar inaccesible, al que nunca llegaremos, pero que nos anima a andar). Como cuando de pequeños queríamos llegar a pasar por debajo del arco iris, en una fantasía irrealizable, pero que para nosotros merecía la pena para poder contemplarlo en toda su grandeza. Lo importante no es tanto que lo logremos, como que caminemos, aprendamos, sepamos crecer incluso renunciando y redefiniendo, y que nos sintamos vivos en el proceso.

Hasta ahí, nuestras viandas precisan, como reza el dicho, de “sangre, sudor y lágrimas”. Sangre materializada en amor, en entrega del corazón para cuanto hacemos en la vida. A ello sumamos el poder de la acción, que se asocia con nuestro sudor y es la consecuencia de la entrega al trabajo. El poder de la conciencia serían las lágrimas, ya que éstas expresan en dolor, la alegría, la gratitud; y nos permiten ver. De la unión de estos tres ingredientes nace el verdadero poder… nuestro poder, nuestra fuerza interior.

Somos fuertes, pues, cuando hacemos acopio de actitudes positivas –de ver el 3 antes que el 13–, al no resignarnos y vivir la dificultad como una oportunidad, ya que así nos convertimos en quienes podemos ser mañana, más allá de nuestro yo temeroso de hoy. No nos rindamos: el fracaso o el error no existen, son un proceso de aprendizaje necesario e incluso divertido, como probar nuestras recetas para lograr el sabor más delicioso, como cocinar –actuar– desde la emoción, siguiendo los dictados del corazón.

El éxito es realización, deseo con acción, y no ficción.

 

Besos y abrazos,

 

Álex

 

[Puedes leer sobre estas ideas en los libros de Álex: “Los Siete Poderes”, “La Brújula Interior”, “La Buena Suerte” o “El mapa del tesoro”.]

 

 

Alex Rovira